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Los aymaras – LA PRENSA – 17.7.2010

Sábado, 17 de Julio de 2010

Todo esto va más allá de cualquier intento de raciocinio y análisis. Estamos fritos, amigos del Gobierno y de los medios de dizque información. Todo esto es fruto de la ignorancia. Urge que nos conozcamos los unos a los otros. Urge, por ejemplo, que jóvenes de colegios de La Paz vayan a vivir con familias de Riberalta, y jóvenes de Vallegrande viajen a La Paz y a Oruro y que pasen un mes viviendo en casas de familia. Un intercambio, pues. Esto ya se hizo hace años, y me consta que es un medio formidable de experiencia de los jóvenes, para que no seamos tan brutos y no nos matemos los unos a los otros. El odio, la violencia y el miedo son fruto de la ignorancia. He dicho.

Queridos lectores, no sé si lo que viene a continuación, esta ocurrencia mía, debo tomarlo en serio o en broma. No es que algunas de las cosas que hasta la fecha he escrito en estas páginas sean puro chiste. Me parece que todo es cosa seria. Pero ahora lo que pasa es que no le agarro el tono del asunto.

Imagínense ustedes, y esto me pasa sin fallar: uno vive en la rutina, a pesar de todas las penas, muy cómodamente su vida. El hogar y de su entorno, el trabajo, las amistades, una que otra emoción especial, un libro, una sonrisa inesperada. Y el día y la noche y el nuevo amanecer. Todo en orden. Pero de vez en cuando uno se sale de estos caminos y sale, digamos a Cochabamba. Y ya es otra la mirada. Esto es lo que me pasa sin falla alguna. Y en mi última salida me han hablado de los aymaras.

Son unos terribles los aymaras. ¡Malos! Están en el poder. Son unos abusivos. Acaparadores. No tienen humor. Te miran feo. Indios siempre. Y están por todas partes. Y en La Paz ni qué se diga. Cómo puedes vivir ahí, ¿no te da miedo? ¿No te han pegado? ¡Uuuhhh! ¡Los aymaras!

Éstas y parecidas frases me las ha dicho y repetido gente leída y respetable. ¿Qué nos pasa?

Y eso no es todo. Una amiga de la infancia me ha dicho: Allá en el pago todo ha cambiado. Ya no es como antes. Por todas partes andan los aymaras. En tal parte y en tal parte, donde jugábamos, adonde llevábamos las ovejas, están los aymaras. Por el río y por la orilla de la zanja se han hecho sus casas. Nuestra pampa está llena de paceños. Y en el mercado, ya no sacan pecho nuestras k’ateras, sino las cholas de La Paz. Y vienen los camiones con productos y se lo agarran todo, y nuestras k’ateras, arrinconadas…

Esto es cosa seria, señoras y señores. ¿O es que yo me he hecho fama de bromista? Seguro que lo que les cuento pueden corroborarlo en más de un lugar de Bolivia. Hasta una novela de mi amigo Wolfango, cruceño que vive en Pelotas, Brasil, titula Los aymaras están llegando. Y en Tarija y en Cobija pueden decir lo mismo. Qué fama que se están haciendo los aymaras. Pueden ser potosinos u orureños o chuquisaqueños. Pero igual, para la gente de Huacaraje o de Tomatitas, ¡son los mismos aymaras! Así como para nosotros los japoneses, coreanos o vietnamitas son igualmente puros chinos.

Esto no debe ser motivo de orgullo para mis amigos de Achacachi y de Viacha o de Ayo Ayo. Que los consideren los malos de la película. ¡Vienen los aymaras!, con esta frase van a comenzar a asustar a los niños. No pues. Urgente se necesita que no seamos tan ignorantes. Y a esta ignorancia contribuyen los medios de comunicación en general. Se muestra a unos emponchados matando perros: los aymaras. Se muestra una jaloneada de cabellos: los aymaras. Se muestra un ajuste de cuentas: los aymaras. Aparte de que por ello algunos pescadores se aprovechen para ganar en río revuelto ¡y se sientan orgullosos de ello! ¿Por infundir miedo?…

Todo esto va más allá de cualquier intento de raciocinio y análisis. Estamos fritos, amigos del Gobierno y de los medios de dizque información. Todo esto es fruto de la ignorancia. Urge que nos conozcamos los unos a los otros. Urge, por ejemplo, que jóvenes de colegios de La Paz vayan a vivir con familias de Riberalta, y jóvenes de Vallegrande viajen a La Paz y a Oruro y que pasen un mes viviendo en casas de familia. Un intercambio, pues. Esto ya se hizo hace años, y me consta que es un medio formidable de experiencia de los jóvenes, para que no seamos tan brutos y no nos matemos los unos a los otros. El odio, la violencia y el miedo son fruto de la ignorancia. He dicho.

COMENTARIOS

2010-07-17 03:00:37

Néstor Céspedes

Nada más acertado e importante que el comentario emitido por el escritor Manuel Vargas en esta columna. Si de verdad se busca un cambio social, habría que empezar con un cambio de mentalidad, empezando por la cúspide política, para desterrar la violencia, el odio y el miedo, como bien señala el escritor Vargas. Lo contrario significa seguir sembrando falsos valores étnicos por encima de otros (incluida la llamada justicia comunitaria) y vanagloriarse de ritos ancestrales superiores en desmedro de los de los demás.

2010-07-17 03:29:26

Carlos padilla

Yo creo que este escritor necesita irse un fin de semana aun pueblo aymara cuando estos se tiren una “bomba” – habitual en ellos ademas – y se pierda una garrafa. Tambien le recomiendo leer pueblo enfermo y vera que nada a cambiado.

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