Hoy quiero hablar de arte, pero del bueno. Del que endulza, estremece y embellece el alma.

Hoy no quiero referirme al peligro social latinoamericano que significa el bufón que dirige Venezuela. Personaje digno de estudio sicológico para sacar conclusiones de lo que no debe hacer un país cuando de elegir gobernantes se trata. Además de la perniciosa influencia que ejerce sobre varios países de la región, incluido el nuestro en gran medida, ese señor ya debiera estar puesto en la nevera por gobiernos que sí velan por la tranquilidad, el equilibrio y las buenas relaciones entre las naciones.

Hoy, tampoco voy a profundizar en el deplorable, ordinario y grotesco sentido del humor del candidato a primer mandatario oficialista cuando hace campaña y se refiere a las mujeres. Ese sucio y triste sentido del humor está dando la medida de su educación y cultura. Y en otro terreno, Sucre lo ha castigado con una silbatina de 25 a 30 mil personas—que no son unos cuantos— y un fuera—fuera que Sucre se respeta, gritado a voz en cuello. Las heridas aún sangran, y más todavía cuando se comprueba que nada se hace para castigar a los responsables de las muertes y la enormidad de heridos de La Calancha.

Hoy no quiero hablar de lo podrido de la política ni de los diletantes especímenes tan afectos a convertir la mentira en un arte.

Hoy quiero hablar de arte, pero del bueno. Del que endulza, estremece y embellece el alma.

Para ahuyentar o disipar angustias y tristezas por cosas que me tocan sentimientos familiares y provocan nostalgias de las épocas de niño, de cuando éramos inocentes y andábamos  por la vida con la libertad que da la despreocupación; teniendo revuelto el ánimo digo, quise darle bálsamo al espíritu y acudí a escuchar a ese conjunto musical sin par en nuestro medio—CONTRAPUNTO—, así con mayúsculas, en la Casa de la Cultura, esa Casa de tantos recuerdos y aprendizaje, esa Institución a la que dimos un poquito de nuestro tiempo con la satisfacción del servicio a la comunidad que nos ha dado tanto.

Dolieron las manos de aplaudir, se nos encogió el corazón en cada cadencia y giro de esas voces maravillosas de cuyos arreglos se hace responsable Lalo Chávez, aparte de prestar su voz y esa guitarra que habla en sus acordes y bordoneos.

Romantiquísimo es el título que le pusieron al espectáculo y en verdad así lo fue. Románticos como somos, el saco nos cayó al pelo. La dulzura de la voz de Carmencita Robles, la calidez de la de China Frías con esa peculiar calidad interpretativa que ella tiene, y las potentes a la vez que llenas de sentimiento de Pepe Talavera y Waldo Varas, hicieron que nos sintamos transportados a esos espacios donde los corazones laten como tambores y la emoción sube hasta las nubes donde se engendran los sueños.

He visto nacer a CONTRAPUNTO y he sido espectador y escucha solitario cuando sus primeros ensayos en ese mismo escenario en el que ahora actuaron. Cómo no sentirme feliz de comprobar que como los buenos vinos, a medida que pasa el tiempo, son aún mejores.

No conocía ni al joven de la magnífica interpretación del arpa ni a los guitarristas y el percusionista que le pusieron un toque de distinción al acompañamiento. El mejor sonido por supuesto, a cargo de Lucho Dominguez y la escenografía de Ejti y Canedo.

Nuestro amigo Nano Parada en lo suyo, interpretando con maestría los boleros de su predilección. Y Tingo Vincenti con esa hermosa voz que, para nosotros, es especial para los boleros románticos.  En suma, una noche artística para el recuerdo. Gracias.

Santa Cruz, 23 de Noviembre de 2.009.