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Hecatombe en Japón – Pedro Shimose – 20.3.2011

Domingo, 20 de Marzo de 2011

Hace poco más de año y medio, un economista japonés —Yoshimitsu Ueda— visitó Bolivia, interesado en recopilar información sobre la primera inmigración japonesa, establecida en Riberalta hace un siglo.

Allí lo conocí y entrevisté (El Deber, 24/07/09). Ueda es profesor de Sistemas Bancarios en la Universidad Tohoku Gakuin, de la ciudad de Sendai (1.500.000 habitantes). Según la prensa, Sendai ha sido arrasada por el terremoto– maremoto cuyo epicentro se situó enfrente de la costa del departamento de Fukushima. No sabemos nada del profesor Ueda; sólo sabemos, por ahora, que el recuento supera la cifra de 10.000 muertos.

También sabemos que los movimientos sísmicos de hace una semana fueron tan intensos que cambiaron el eje de rotación de la Tierra, desplazando la isla de Honshu 2,4 m de su posición habitual. Con el tiempo, todo volverá a la normalidad. A pesar de su altísima potencia (nivel 8,9 en la escala Richter), el terremoto de Fukushima recuerda otros como los de Tokio, Yokohama y Yokosuke (1923), y los de Kobe (1927 y 1995). Desde que las nuevas tecnologías han universalizado la información, estos sucesos nos resultan casi familiares, tanto que podemos verlos en tiempo real, sentados ante la tele como si fuera una película. Como resulta obvio, esto no ocurrió con los maremotos de 1700, en la costa oeste de EEUU, y el de 1755, cuyo epicentro se situó al sur de la costa de Cádiz (España).

El maremoto de Cádiz destruyó Lisboa y afectó a varias ciudades españolas, con olas gigantescas de 15 metros de alto. (Voltaire escribió, un año después, su poema Poème sur le desastre de Lisbonne, 1756). Los terremotos y maremotos son hechos no siempre predecibles y localizables. Recordemos los terremotos de Ecuador (1906), de la península de Kamchatka (URSS, 1952), de Alaska (EEUU, 1957, 1964, 1965), Chile (1922, 1960, 2010), Indonesia (2004) y Haití (2010).

Sabemos que hay fallas geológicas a lo largo de los continentes y que los efectos de estos cataclismos son devastadores, pero desde que el cine catastrofista se ha empeñado en quitarnos el sueño —Los sueños (1990), de Akira Kurosawa; Deep impact (1998), de Mimi Leder, y El día después de mañana (2004) y 2012 (2009), de Roland Emmerich—, y desde que la televisión e internet transmiten en directo este tipo de sucesos, las catástrofes telúricas y los desastres nucleares resultan más propicios a la manipulación política e ideológica, según convengan a intereses bursátiles, empresariales, industriales y económicos. Recordemos las escenas del maremoto del océano Índico (2004) y las últimas de Fukushima (2011) para comprender que todos los excesos dialécticos están servidos a la carta. Los fantasmas de Three Mile Island (EEUU, 1979) y Chernobil (Ucrania, 1986) recorren las páginas de la prensa e informativos de televisión.

Las graves averías de algunas de las centrales nucleares de Japón son alarmantes, pero no justifican ciertos titulares que hablan de “Apocalipsis nuclear”, “Holocausto nuclear” y “Catástrofe nuclear”, sin tener en cuenta los fenómenos naturales (terremotos, maremotos) que las causaron. El fanatismo casi religioso de los movimientos ecológicos y antinucleares debería publicar las alternativas que ellos proponen a las energías contaminantes y no renovables (carbón, petróleo, gas). Se habla de las energías renovables: solar y eólica. Son reales y posibles, pero desgraciadamente caras, muy caras e insuficientes. Por lo tanto, dejemos que hablen los sismólogos, los geólogos, los químicos y los físicos especializados en energía nuclear. Escuchémosles y mientras tanto —aunque seamos agnósticos y ateos— recemos porque los japoneses superen sus dificultades, que no son pocas.

Escritor

Pedro Shimose
http://www.laprensa.com.bo/noticias/20-3-2011/noticias/20-03-2011_13338.php

  1. Marcelo
    Domingo, 20 de Marzo de 2011 a las 15:17 | #1

    Bravo….. “mas claro agua” (una de las fraces mas utilizadas por los educadores normalistas de nuestro medio), hablar de catasrofe nuclear y un exodo migratorio, es hacer sensacionalismo comunicacional, esto genera un miedo innecesário en las familias bolivianas que tienen parientes en el pañis nipon. Como dice Dn Pedro Shimose (respetuosoamente): dejemos que los expertos en el tema se encarguen de su trabajo y nosotros continuemos con lo nuestro; y no sigamso con discursos sugeridos por fanáticos ecologistas y religiosos que de seguro van a querer sacar partida de la desgracia ajena. Si algo debemos aprender y tratatr de imitar, es a esta gente que ha sabido levantarse de sus tragedias una y otra ves, aprenden de ellas y se mejoran a si mismo. la grandesa Japonesa no está en su tecnología ni en su economía, si no mas bien en su desarrollada sociedad.

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