Cachuela Esperanza fundada el 31 de marzo de 1882 por el barón de la goma Nicolás Suárez Callaú, cimentó una de las economías más poderosas del siglo pasado, gracias a la explotación de la goma o caucho que en ingentes cantidades era extraído por miles de obreros para luego ser enviado por miles de toneladas al continente europeo, cuya creciente industria demandaba cada vez mayores volúmenes de la goma, por entonces, única en las espesas selvas amazónicas de Bolivia y parte de Brasil.

El espíritu visionario de don Nicolás Suárez le permitió conocer y determinar que esta recóndita región se constituía como paso obligado para toda la goma que pretendía ser trasladada desde Bolivia y Perú por el Amazonas a través del Atlántico rumbo a Europa; por ello no dudó en levantar en medio de la selva casi virgen uno de los establecimientos más próspero y adelantado para su época, construyendo enormes mansiones con arquitectura europea, dotando además de uno de los hospitales más modernos de toda Sudamérica, que contaba con servicios de Rayos X, que ni en países vecinos existía, además de iglesia, teatro y otras comodidades para deleite de la nueva burguesía.

Las libras esterlinas que aumentaban a raudales las arcas de la firma Suárez Hermanos con sede en Londres, se permitia cualquier lujo o capricho, por ello a la moderna villa llegaron arquitectos franceses e italianos para diseñar las mansiones, con finos y señoriales acabados estilo europeo en la floreciente población beniana, que hoy, a 142 años de su creación está destruida, y solo quedan algunos vestigios de un pasado glorioso, que dejó grandes ingresos para la “Casa Suárez’ pero muy poco o casi nada para la verdadera fuerza humana que moría por centenas en la inmensidad de la selva amazónica victimas de la temible fiebre amarilla. Con todo, la historia muestra que a mediados del siglo XVIII y principios del XIX, esta región del Beni, forjó uno de los más grandes imperios de la goma, marcando un hito histórico en la vida del país y el mundo.

UN LUGAR DEDICADO AL TRABAJO

La ostentosa villa o establecimiento gomero no fue construido para el ocio o el recreo, sino que se concibió para generar riqueza, en base a la extracción del caucho que la prodigiosa naturaleza ofrecía de forma casi infinita.

Fue así que en Cachuela Esperanza como sede del emporio industrial de la goma, se centralizó y canalizó millones de libras esterlinas, a fuerza de trabajo arduo y sacrificado bajo la atenta mirada de don Nicolas Suárez Callaú.

MUCHO DINERO

En pocos años, Nicolas Suárez amasó una inmensa fortuna, que fue prolijamente administrada para expandir su emporio en Brasil y Londres, donde la firma Suárez Hermanos era tan poderosa entre los más millonarios del mundo.

Mucho se ha escrito sobre la vida y riqueza de Nicolas Suárez, quizás en lo único que coinciden es que amasó una cuantiosa fortuna.

“Al poco tiempo don Nicolás afianza sus reales e instala su oficina central, levanta una villa o residencia mediana (…) y convierte el pintoresco confín en uno de los puntos más importantes del país y de todo el continente. Así Cachuela Esperanza conocida como la mansión señorial del rey de la Goma en la amazonía boliviana, se convierte en el primer Banco Industrial y Comercial”, escribió Becerra Casanovas.

Así como inmensos fueron los frutos del caucho boliviano monopolizado en una persona, el esfuerzo para levantar este establecimiento industrial, en medio de terreno rocoso y lleno de peñascos también fue extremo.

ABANDONO

Con los nuevos descubrimientos que dieron origen al caucho sintético, se selló el fin de una época del auge de la goma natural, produciéndose el abandono del lugar, culminando para siempre una de las epopeyas que marcó un hito en la historia boliviana y su gran legado industrial, que aportó vidas y riqueza a la par, para abastecer la floreciente revolución industrial del mundo.

PATRIMONIO

Como una forma de reconocer la historia de la legendaria Cachuela Esperanza, fue declarada Patrimonio Histórico, Cultural, Material, Urbanístico y Arquitectonico del Departamento del Beni, el 16 de marzo del 2015.

Por: Marcelo Cayú